Canadá y Estados Unidos, Costa Este, años setenta. En la estela del auge feminista, las lesbianas reivindicaron otro lugar, otra voz, otra manera paralela de ver la vida. Un movimiento extraordinario y fructífero vio la luz, aupado por la liberación sexual y otros impulsos filosóficos o más esotéricos. Las diferencias religiosas o étnicas no facilitaron la unidad de una corriente con contornos a menudo difíciles de determinar, pero fue toda una emancipación para miles de mujeres que marcaron "tendencia" hasta mediados de los años noventa, para dejar atrás las secuelas más patentes de la sociedad patriarcal. Para reunir los testimonios de quienes decidieron un día irse a vivir rodeadas sólo de mujeres, y para recoger fotos y vídeos de archivo, Myriam Fougères ha emprendido un largo viaje, de Montreal a Tejas, pasando por Nueva York. Su película da voz a unas activistas ya mayores, pero cuyo espíritu revolucionario sigue intacto, y nos recuerda lo muy subversivo que fue, en su momento, decir: "Soy lesbiana".