EL GRITO Y EL BESO

¿Qué es mejor para conseguir un cambio: luchar activamente o confiar en que las cosas caigan por sí solas? ¿Manifestarse estrepitosamente en la calle o actuar plácidamente como si el cambio ya hubiera ocurrido? ¿Qué es mejor: el franco alarido o el mensaje subliminal? ¿El grito mediático o el simple beso callejero? Seguramente, las dos cosas. Para gays y lesbianas es quizá tan eficaz protestar con voz firme ante una ley que restringe sus derechos como darse un beso en la calle, ir cogidos tranquilamente de la mano o no esconder una unión de hecho o matrimonial, sea en el trabajo, la panadería o la cola de Hacienda. Estas imágenes, que irrumpen en casa con el filtro contextual de la televisión, penetran posiblemente con más fuerza en la mente cuando el ejemplo está realmente al lado, cuando las miradas se cruzan, en situaciones de pura cotidianeidad.

Activismo y espontaneidad son las dos mejores herramientas que tenemos a nuestro alcance y que se transmiten en los documentales seleccionados este año. Todos debemos tanto al activismo de Vito Russo… Y a todos los que "estuvieron aquí", barridos por las primeras olas del sida y recordados activamente por sus familiares para hacer progresar la investigación científica. Aunque no hayan podido impedir el primer retroceso en cuanto a derechos en una norma constitucional estadounidense, los activistas de Illegal Love nos animan, cuanto menos, a seguir muy alerta. Y tanto nos anima Florent Morellet con su desaparecido restaurante neoyorquino y sus 23 años de activismo, gastronomía y fiestas como el transexual Sylvio Luccio, en Olhe pra mim de novo. Aunque parezca fútil, entre tanta organza y tanto desfile de moda, también nos animan los cariños y las broncas que se echan, como cualquier pareja, el "emperador" de la moda Valentino Garavani y su novio y socio, Giancarlo Giammetti, viviendo entre Francia e Italia, dos países que todavía no reconocen el matrimonio homosexual. ¡A seguir reivindicando, pues! Y besándonos.

Antoine Leonetti, Coordinador Mostra FIRE!!

ASÍ QUE PASEN CUARENTA AÑOS

París en tres etapas de amor en verso libre, o no tanto, para tres películas francesas que nos cuentan los años setenta, los ochenta y la primera década del siglo xxi. Tres romances que son también tres comienzos de historias que hoy conocemos mejor porque las vivimos, porque la película que vamos a hacer, la novela que vamos a escribir y la canción que compondremos algún día tienen que ver con lo que experimentamos entonces, con lo que aprendimos en las postales de París que nos mandaron para decirnos que nos querían; aunque no fuera verdad o no fueran correspondidos, los pobres...

Johan, Los testigos y Las canciones de amor coinciden sin querer en un rincón de las Tullerías con vistas a la torre Eiffel desde el que los amores se convierten en productos culturales, reposados e interpretados para que la memoria duela menos, resulte menos pesada o nos muestre en su reflejo nuestra propia estampa con una menor carga de culpa por todo lo que no fuimos, no hicimos, no quisimos o quisimos mal y demasiado.

La película que haremos, el libro que escribiremos y la canción que se convertirá en nuestro gran éxito para la posteridad hablan, precisamente, de eso. De todos los amores que no entendimos porque resultaban demasiado complicados, demasiado distintos de lo que nos habían contado que tenía que ser, antes de que descubriéramos que todo lo que nos iba a tocar vivir sería inventado. Creado por nosotros, pero no imaginado: real.

Roberto Enríquez, Escritor y Periodista